Guión y vuelos baratos

Hace meses el nunca suficientemente loado Juanjo Ramírez Mascaró escribía que "Estructurar un primer acto es que te quepa todo en la maleta que permiten de equipaje de mano en Ryanair".
Eso me hizo pensar en que la idea de "viajar en avión" y la realidad de los"vuelos baratos" se parece a "la historia que tienes en la cabeza" y "la historia que plasmas en el papel".
Una vez que te embarcas en el proceso de escritura -que imaginas rápido, inspirado, plácido, entretenido y más o menos cómodo- descubres que el chiste es menos gracioso de lo que creías, que el giro no resulta tan sorprendente, que ese personaje tan original en tu cabeza es un cliché con piernas en la página, que tienes que sacrificar a uno de tus dos bebés porque se lleva a matar con el otro.
Y entonces o vas echándole más tiempo y esfuerzo o te vas resignando, porque anda que no se ruedan guiones horrorosos y este, aunque no sea perfecto, ya es suficiente.
Con un poco de suerte, aunque con más coste y sufrimiento del esperado, consigues aterrizar en tu destino, que es esa versión que se podría enseñar.
Ya solo queda desembarcar, y cruzar los dedos porque sea bajando dignamente la escalerilla del avión.
Así lo cuenta Fascinating Aida:
https://www.youtube.com/watch?v=ZAg0lUYHHFc

Por decir algo

Acabo de darme cuenta de que, desde el 28 de diciembre, mi portada del blog es una chorrada que escribí por el Día de los Inocentes. Me había propuesto actualizar más esto, pero todas las opiniones que he querido compartir durante este tiempo se alejan tanto del mundo del guión que por eso me las guardo para mí.
Así que, por decir algo, animo a todo el mundo a que vuelva a asistir a talleres de desarrollo presenciales, que entable charlas en las pausas del café, que se lleve para las noches el licor típico de su pueblo, y que se aíslen unos días de las redes sociales.
Ea. Queda dicho.

Cuéntalo bien y cuídate mejor

Incluso les mejores guionistas pueden tener baja autoestima, dudar de lo que escriben.
No se trata solo de que cualquier guión sea mejorable, es que les guionistas en sí son mejorables.
O al menos, el aspecto físico de les guionistas es súper mejorable.
Cuéntalo bien y cuídate mejor es un taller de escritura y de belleza.
El aspecto personal es clave para la creatividad, y debes prestarle atención.
No te aseguro una piel sin arrugas, un pelo brillante o unos dientes blancos como los míos.
Te aseguro, eso sí, que te sentirás mucho mejor contigo misme y por eso escribirás mejor.
El único taller de guion integral para les artistas y sus obras: Cuéntalo bien y cuídate mejor.

Muy feliz 28 de diciembre, y feliz 2021 a todos!

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Análisis de guion. Y fin, por fin.

¿Cómo consigues que la gente te encargue el análisis de un guión?

Si no entramos en “y que además te lo pague”, creo que hay dos obstáculos principales: que no sepan que quieres analizar un guión, y que tengan miedo a la difusión no autorizada si es gente importante, o al plagio si no lo es.

Si quieres ser analista, di que quieres ser analista. Di que lo eres, aunque aún no cobres. Díselo a quien conozcas, ya sean tus compañeros de un curso de guión o el equipo técnico del corto en el que curras de meritoria. Y si en una charla o en un festival conoces a alguien de la “industria”, te aconsejo que aproveches la ocasión para presentarte como analista en ciernes en vez de intentar venderle un proyecto que has escrito. Yo que tú no intentaría hacer las dos cosas a la vez, y hay menos aspirantes a analista que aspirantes a guionista. Y además mucha gente de la industria no sabe que existen los analistas, así que ya tendríais tema de conversación.

También puedes presentarte como analista en las redes sociales, claro, o abrir una página web diciendo que lo eres y ofreciéndote a leer lo que te manden gratis. El problema es que si no te conocen de nada (no me refiero a “en persona”, sino que no han interactuado nunca contigo ni en tuiter), pueden sospechar de tus motivos ocultos para semejante generosidad, y temer ese plagio o esa difusión no autorizada.

En entornos como los talleres, masters, etc., este miedo parece muy atenuado. La gente allí suele estar encantada de hablar de sus historias o de darlas a leer. Si quieres que te reconozcan como un buen analista, mi consejo es que evites coguionizar, decir lo que tú harías (“Lo más guay sería que la prota secuestrara el avión”), o basar tu comentario en tus gustos particulares (“A mí ese chiste no me hace gracia”), o hacer referencias de otras películas que tú crees similares (“Me recuerda mucho a las pelis de Fulánez”) que quien ha escrito el guión puede o no conocer o detestar. Personalmente creo que un analista es útil si consigue hacer las preguntas adecuadas: preguntas que para ser respondidas necesitan reflexión y, sobre todo, distancia -como aquello de alejarte para ver si el cuadro está bien colgado.

Si de tus comentarios o de tu conversación sacan conclusiones útiles, querrán volver a contar contigo en el futuro (con un poco de suerte, con alguna retribución de por medio), o te recomendarán. Si sale la película en la que tanto has ayudado, puede que acabes teniendo un crédito, o un agradecimiento. Igual no sirve de mucho, pero ahí está. (Realmente no conozco a nadie que al acabar de ver una peli pregunte quién fue el story editor, ni para contratarle si le ha gustado el guión ni para ponerle verde si no le ha gustado)

Sé que el camino que propongo parece largo y lento. Pero es el primero que se me ocurre: ofrécete como analista a la gente que conoces (si te animas, manda emails a gente que no conoces, por probar), e intenta ser útil.

Y también, piensa que por defecto todo es confidencial, así que mantén la máxima discreción. Porque es lo ético y porque es lo práctico. Es de sentido común: ¿qué opinión te llevas si vas a una clínica de fertilidad y te sueltan que gracias a ellos tal famoso tuvo hijos aunque no se le empinaba; o si vas al dentista y te habla del sarro del cliente que acaba de salir?

Ten una máxima discreción no solo sobre los procesos de desarrollo en los que estás o has estado sino también sobre los guiones que te pasan. Un ejemplo minúsculo: cuando recibía guiones en papel, y los leía en sitios públicos, tomaba la precaución de doblar la portada sobre sí misma para que no se viera el título. Si una productora cree que solo ella ha recibido ese guion como primicia súper exclusiva es mejor que no se encuentre a alguien leyendo en el metro ese mismo guión.

Un segundo camino que se me ocurre para llegar a ser analista de guión, y ya entrando en lo de “y cobrar por ello” es que te enteres de que en algún sitio están buscando analistas y están dispuestos a hacerles una prueba.

He preguntado por ahí para escribir este post y solo he podido enterarme de uno de esos sitios: Filmarket Hub, el mercado online para largometrajes y series en desarrollo, que está en plena expansión (y lo que me alegro). Si escribes a script@filmarkethub.com te explicarán cómo puedes participar en su proceso de selección.

Con este gran final doy por cerrada, de momento, la serie de posts sobre análisis. Si tienes algo que aportar escríbeme y la re-abro. Y gracias por leer.

Análisis de guión. Sigue.

Para ser analista de guión vienen bien cuatro cosas:
1. Saber cómo funcionan los guiones
2. Saber expresar tus ideas por escrito
3. Saber adaptarte al cliente
4. Que alguien te pida que analices un guión

Veo en internet que hay cursos bastante largos de análisis de guiones, y desde luego no seré yo quien desaconseje ninguna iniciativa de formación. De cursos, talleres y conferencias siempre, siempre, se sacan cosas útiles: lo peor que puede pasar es que no justifiquen el tiempo o dinero invertido.

A mí desde luego me vinieron de maravilla unas clases de la story editor Blair Richwood en UCLA, de las que recuerdo sobre todo sus consejos de estrategia (Por ejemplo: Si trabajas en desarrollo y eres mujer no te sientes cerca del café en la mesa de reuniones: en cuanto empieces a servir tacitas –“¿lo quieres solo o con leche? Ah, con una lagrimita. Bien, y ¿quieres azúcar?”- van a pensar que estás ahí para eso y pasarán de tus aportaciones).

En cualquier caso, muy poca gente quiere dedicarse al análisis como primer contacto con la escritura de guiones. Generalmente son licenciados en Comunicación Audiovisual, ex alumnos de un master de escritura, etc.

Es gente que en realidad ya sabe o debería saber teoría de guión. Gente que probablemente prefiera ganarse la vida escribiendo sus propias cosas y no trabajando en las de los demás, pero que cree que con el análisis puede aprender más, o puede ganar contactos o una reputación que luego le permita vender lo que escribe, o que puede sacarse unos euros.

De forma que, si ya sabes la teoría de cómo se escribe un guión, y no quieres o no puedes emplear tu tiempo o tu dinero en más clases, la buena noticia es que no son un requisito para ser analista.

Sí es un requisito, en cambio, saber expresar tus ideas por escrito. Saber resumir 100 páginas de guión en unos párrafos de sinopsis, por ejemplo. En las sinopsis es preferible imitar el tono del guión, y no escribir un leño pedante si estás resumiendo una comedia; ni una cosa ligerita y cuajada de guiños al lector si es un drama profundísimo. En cambio en los comentarios el estilo no importa tanto siempre que no haga insufrible su lectura. Un analista escribe para hacerse entender. Como decía en el post anterior, no se puede gustar a todo el mundo. Hay quien prefiere textos cercanos a lo oral, menos formales; y quien prefiere un estilo más serio o periodístico.

Si sabes que alguien reniega de las fórmulas y lo que huela a manual, salpicar tu informe de palabros en inglés -plot point, inciting incident, cliffhanger- no es muy buena idea. Adaptarse al lector del informe, si lo conoces, sí lo es. Y también, adaptarse a las intenciones de quien escribió el guión. Un ejemplo absurdo que suelo poner es el del story editor como dietista infantil: si entra un niño en tu consulta y te preguntan qué tiene que comer, pues dependerá: ¿quiere ser luchador de sumo o jockey? Porque la dieta no será la misma, y tú no decides qué tiene que ser de mayor. Tienes que averiguarlo, en la medida de lo posible.

Finalmente, y ya hemos llegado al punto 4 que mencionaba antes, para ser analista hace falta que alguien te pida que leas un guión. ¿Cómo consigues que te lo encarguen, si estás empezando?

Como este post se está alargando demasiado, otra vez, este tema lo dejo para el siguiente. Toma cliffhanger.

Análisis de guión. El origen.

¿Qué hay que hacer para ser analista de guión? ¿Cómo se empieza?

No sé si es muy útil contar cómo empecé yo, porque las circunstancias han cambiado.
Entonces no había muchos analistas, o no se conocían. Hasta hace relativamente poco, podía presumir de ser una de las diez mejores story editors de España. Y una de las diez peores también. Vaya, que seríamos como seis o siete story editors.

Como estás viendo, amable ser humano que me lees, aunque no sea muy útil que cuente cómo empecé, he decidido hacerlo.

Ahí voy. Conseguí, al acabar la carrera de Periodismo, unas prácticas en una productora cinematográfica. Hacía fotocopias y café, atendía el teléfono, recortaba de las revistas fotos de actores y las ordenaba en un fichero, para futuros castings. Y también leía guiones, resumía el argumento, y hacía un informe siguiendo las instrucciones de un libro que me pasó mi jefe, “Reading for a Living”, de T.L. Katahn, que creo que no está traducido. Terminaban en una recomendación de considerar o pasar. Es decir: que se lo leyera alguien más, u olvidarlo. Mi jefe también me dio los análisis de una lectora algo mayor que yo para que me sirvieran de modelo, porque a él le gustaban mucho.

Cuando terminé las prácticas, mi jefe me preguntó qué quería hacer con mi vida, y le contesté que me gustaba eso de leer guiones. Y entonces él mandó un fax (de esos que salían enrollados y que había que fotocopiar porque se iba borrando la tinta) a sus contactos, presentándome y diciendo que ahí estaba yo para hacer análisis.

Primera idea: Mi jefe no me recomendó porque le deslumbrara mi cultura cinematográfica (por otro lado inexistente), ni porque nos lleváramos especialmente bien. Me recomendó porque los informes que hacía para él se leían fácil y le resultaban útiles. Si alguna vez le recomendaba que se leyera un guión, y lo leía, le encontraba las virtudes que yo le había encontrado. Seguro que alguna vez se leyó algo que yo desaconsejaba que leyera, y estuvo de acuerdo con que efectivamente ese guión era un truño, o era estupendo pero no era para esa productora. Yo entendía qué estaban buscando y me atenía a ese criterio. Por eso mi criba le ahorraba tiempo.

Algunos de los contactos de mi jefe me llamaron tiempo después de recibir ese fax, y me hicieron una prueba sin cobrar, o pagándome cinco mil pesetas por guión leído. Así estuve mucho tiempo.

Segunda idea: Aquellos productores se permitieron hacerme esa prueba sin conocerme porque no arriesgaban mucho. Podían perder cinco mil pesetas, o el rato de leer mi informe si no les servía para nada.

Tercera idea: aunque sea una opinión impopular, creo que tienes derecho a regalar tu trabajo si te conviene, o a venderlo más barato que profesionales consolidados. Si yo hubiese cobrado lo mismo que Linda Seger (en la época, se llevaba mucho Linda Seger) por hacer un informe, evidentemente hubieran preferido contratar a Linda Seger.

Por mi parte, pude estar mucho tiempo regalando o vendiendo barato mi trabajo porque el dinero que sacaba me lo gastaba en vicios: vivía bajo el techo paterno. Esa lectora algo mayor que me ponían de modelo era muy buena. Cobraba lo mismo que yo, pero su familia era de Cartagena, y si quería vivir en Madrid, que era donde entonces había que estar para trabajar en cine, tenía que pagar un alquiler. El análisis de guión no daba para pagar un alquiler. Cogió un trabajo en otra cosa. Yo no tenía que pagar un alquiler porque el techo paterno estaba en Madrid.

Cuarta idea: la vida es injusta, y a la analista hecha a sí misma también la han hecho las circunstancias favorables.

Al cabo de un tiempo de cribar guiones para gente más ocupada que yo, a algunos que solían estar de acuerdo con mis comentarios se les ocurrió que podría darlos sobre cómo mejorar un guión que ya se habían leído y que querían producir. Y a los que les pareció útil mi opinión, me siguieron llamando para más proyectos: de ser lectora o analista había pasado a ser consultora, “story editor”. Ya no recuerdo si me ofrecieron más dinero, o si es que lo pedí yo. Pero salí de la indigencia. Y eso que no todos mis clientes siguieron llamándome: imagino que a bastantes de ellos mis sugerencias les parecieron una bazofia.

Quinta idea: Es imposible gustar a todo el mundo. Pero hay gente pa to. Si gustas a un número suficiente de empleadores es que tus ideas y tu forma de exponerlas están suficientemente bien. Que le den a “Reading for a living” y a su norma de comentar los guiones por apartados de “trama”, “personajes”, “estructura”, que es una cosa que personalmente me da mucha pereza. Creo que hay que empezar con un modelo ortodoxo que has aprendido, pero si luego te desvías y hay gente que te sigue llamando, vas bien.

Llegó el siguiente paso: ¿y si en vez de esperar a que hubiera un guión terminado me ponía a trabajar con el guionista (vale, o la guionista) desde una idea, o una sinopsis, o un tratamiento? Si hasta ahora casi todo era por escrito, y frecuentemente anónimo (daba mis ideas a alguien de la productora que luego transmitía las que le gustaban como si fueran cosa suya), ahora había encuentros cara a cara y entraba en juego la sintonía personal. A aquellos guionistas les habían impuesto una consultora no solicitada, pero algunos descubrieron que les era útil, y quisieron que les ayudara en otros proyectos.

Reitero la quinta idea: es imposible gustar a todo el mundo. Y añado la sexta: creo que es difícil una colaboración creativa con gente que no te gusta. Si no te gusta nadie, difícilmente querrán contar contigo como story editor, salvo que disimules muy bien. Aunque disimules bien, creo que pasarte la vida al servicio de gente que detestas te hará infeliz.

Estas líneas se están alargando demasiado, así que aquí lo dejo. En el siguiente post intentaré aplicar mi experiencia personal al siglo XXI, y dar algún consejo, y lo que surja. Si eres analista y quieres contarme cómo empezaste; si quieres serlo y tienes preguntas concretas, escríbeme.

Guionista colgando un cuadro

Si el proceso de escritura de guión fuera colgar un cuadro en tu casa, el consultor sería esa persona que está unos metros más atrás viendo si está recto (si es que te fías de ella), o que está sujetando el cuadro, pegándolo a la pared, mientras te alejas y lo miras con perspectiva (si confías más en tu vista o tu propio criterio).

Cuando acabas de terminar de colgar un cuadro sin ayuda de nadie, cuando abres los dedos para dejar que el cáncamo se apoye en la alcayata (alcayata sabía decirlo, cáncamo lo he tenido que consultar en google), tienes la esperanza de que haya quedado bien. A veces, tienes la total certeza de que ha quedado bien. Y entonces das unos pasos hacia atrás, contemplas el resultado, y muchas veces te ciscas en lo que sea, y arrancas la alcayata para clavarla de nuevo en otro sitio, o te pones a girar el cáncamo a ver si así queda el cuadro menos torcido, o lo dejas así porque ya estás hasta el gorro de bricolaje y no queda tan mal.

Tardas unos segundos en tomar distancia con un cuadro colgado en la pared. En tomar distancia con un guión que has escrito, no sé cuánto se tarda. Si los guionistas dejaran pasar un año entre versión y versión, seguro que ya sabrían dónde fallaba la anterior, y tendrían ideas de cómo solucionarlo. Pero no suele haber tiempo, ni ganas, de dejar pasar un año.

Sin ayuda de nadie, puedes ir con tu cinta métrica y tu lápiz y asegurarte de que las dos esquinas inferiores están a la misma distancia del suelo, aunque ya se sabe que las cintas métricas no suelen funcionar en los guiones. Puedes poner tu cuadro en las manos de alguien con talento para la decoración y pedir que te lo cuelgue, pero entonces también tendrá la nariz pegada al lienzo, y perderá la perspectiva. Se me podrían ocurrir más opciones a la hora de colgar un cuadro, pero tampoco hay que agotar a la pobrecica metáfora. Yo, a lo que iba, es que trabajar con un consultor de guión te puede ahorrar tiempo y esfuerzo. Pues eso.

Hay una cosa que te quiero decir

Tengo pocas cosas que decir y, de las pocas cosas que tengo que decir, muchas me da miedo o pereza decirlas.
Quizá por eso solo escribo un post al año. Otra explicación es que soy una dejada.
En cualquier caso, aquí va mi post de 2019.
LOS PUNTOS Y APARTE SON BUENOS.
Recuérdalo cuando escribas tu guión.

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En mi opinión

“Pero como este guión es de terror, si da miedo funciona”, o “Pero como es un guión de comedia disparatada, si te ríes funciona”. He escrito las frases anteriores más de una vez, refiriéndome a guiones heterodoxos, para a continuación decir si había pasado miedo o si me había reído leyendo. El problema es que mi experiencia es UNA experiencia, y tiene un valor minúsculo para los guionistas, salvo que su target sea gente como yo, y, claro, yo es que soy súper especial, inclasificable, única. Y por la perplejidad que me invade cuando entro en las redes sociales, últimamente me he debido de volver rara de cojones.

Si el único criterio para juzgar o mejorar un guión es “que la peña se ría” o “que la peña se asuste”, me veo poco capacitada para ayudar como story editor. Debería haber lectores que fueran como el pueblo ese de Estados Unidos, que cuando votan, votan exactamente como votará todo el país. Así, habría la seguridad de que si Fulanita se ha reído con el guión, a España le va a parecer graciosa la película. O ni siquiera, porque a veces una cosa y otra se parecen poquito. Una vez estrenada la película, a veces su guión es como para un post de Maldita Hemeroteca.

“Yo me he reído” por parte de un lector tiene, al menos, una cierta modestia. “Yo no, pero la señora de Cuenca se va a reír” es más atrevido, pero si hay estudios sociológicos por medio, o comparaciones con otras películas, pues amén. Lo de “este chiste no tiene gracia” es tan arrogante como “un marciano nunca diría eso”. Los analistas podemos juzgar un montón de cosas pero si solo se trata de adivinar “si le gustará a la gente”, mejor dar nuestra humilde opinión sabiendo que, a quien nos ha encargado el informe, nuestra opinión podría importarle un bledo. En mi caso, no solo podría sino que sería lo mejor.

Ojalá fuera una analista como el pueblo americano ese. Ojalá al menos pudiera explicarme por qué a la gente le gusta esa comedia descacharrante y no esa otra, o por qué esa peli de terror triunfa y aquella otra no la ve ni su equipo técnico. Ojalá pensara que tiene algo que ver con su guión.

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Post hoc

Gracias a Josiah Bartlett (para mí y los demás amigos, Jed) descubrí eso de Post hoc ergo procter hoc: decir que algo es causa de otra cosa, simplemente porque ocurrió antes. En Cuéntalo bien hablaba de atribuir el suspenso del niño a que hubiera jugado el día anterior a la Play Station, por ejemplo, cuando igual era que la profe le tenía manía. Pero no sabía que se llamara así porque aún no había conocido a Jed.

Los que trabajamos en ficción solemos inventarnos los porqués, y eso está muy bien. Y cuanto más simple la causa, cuanto más solita esté, mejor funciona. Nos la inventamos porque podemos. Eso sí, el placer –o la tranquilidad- que da ese mundo esforzadamente ordenado de las historias se encuentra pocas veces en la realidad.

Pero el ser humano, yonki de sentido, sigue buscando ese placer. Sigue buscando causas simples y únicas de lo que le ocurre (“No ligo porque he engordado una barbaridad”) o de lo que ocurre (“El acoso mediático le llevó al suicidio”). Y cuando se cree las causas que se ha inventado, va y se pone a dieta, o instaura la censura, o cualquier otra cosa.

Más que buscar la verdad, lo que intentamos al preguntarnos un porqué es narrar una buena historia y que la gente se la crea. Las conspiraciones molan más que las casualidades, los arcos de transformación molan más que la ciclotimia, y como problema, los kilos son más solucionables que un carácter endemoniado.

Personalmente, me he propuesto reservar los post hocs, e incluso la indagación sobre las causas de lo que ocurre, para mi trabajo de consultora de guión. En cuanto a la vida, confío en el guionista y estoy segura de que atará todos los cabos antes de terminar la película. Confío en que al final todo estará bien.

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