Como tenía que redactar unas páginas sobre desarrollo de guiones, y mi ritmo de escritura en este blog no es muy garboso, he decidido poner algún trozo aquí. Empezando muy sensatamente por el principio, aquí van mis opiniones sobre cómo se lee un guión. Es posible que leas mucho mas rápido que eso. Yo leo mucho mas rápido que eso. Calcula cuánto tiempo va a llevarte, y si tienes ese tiempo, lánzate. Pero no leas veinte paginas hoy y otras veinte mañana. Se carga tu percepción del ritmo de la historia, cambia completamente la experiencia de lectura. Por ejemplo, si un “planting” esta en la pagina 3, y el payoff en la 30, para el espectador habrá pasado media hora y posiblemente lo recordará. Si para ti al leer han pasado dos semanas, pensarás que eso que pasa en la pagina 30 está sacado de la manga, y lo pondrás a caldo en tu análisis, pero te estarás equivocando. http://www.tecnicas-de-estudio.org/test-lectura/test_lectura_velocidad.h... Un guión puede tener, digamos, 25000 palabras. Si lees 300 palabras por minuto, te llevará algo menos de hora y media. Déjate llevar por la historia. No pienses demasiado. No le busques la técnica, las costuras, intenta ser como el público normal en el cine. No tomes notas. No vuelvas atrás si no entiendes algo. Como mucho haz dobla la esquinita de esa pagina que no entiendes, si está en papel, o pon un asterisco si está en Word o haz una marca a color si es pdf. Si tienes unas ganas tremendas de ir al baño, ve al baño, pero que sepas que o tienes problemas de vejiga o es una muestra de que el guión no te está apasionando. Con la práctica, puedes contar esa historia que has leído “sin pensar” con bastante exactitud. Pero posiblemente para hacer tu análisis, empezando por la sinopsis, tengas que releer. Pues invierte otro par de horas. O consulta las partes donde tengas dudas. Si antes pusiste asteriscos o colorines o doblaste la esquina de la página, te resultara mas fácil. Mi consejo: es mejor leer una historia dos veces invirtiendo cuatro horas (la primera vez de corrido, la segunda con el bloc de notas y el lado izquierdo del cerebro ojo avizor) que una sola vez y en tres horas con mentalidad de médico forense. Las películas están pensadas para verse del tirón, así que léelas del tirón. Si no puedes, y la lees por etapas (porque no estás leyendo el guión por placer como verías una película, porque te lo han mandado; y estás obligado a acabarlo en vez de salir del cine o apagar la tele) entonces nunca le digas al guionista que “ya te has leído 50 paginas”, salvo que tengas una muy buena excusa del tipo “y en ese momento hubo un incendio en mi casa”. Es impresionante la cantidad de gente que dice “Ya he empezado a leerme tu guión y me está gustando mucho”. No, eso es una contradicción. Si te gusta no lo dejas. Eso de las 50 páginas sí se lo puedes decir a tu amigo novelista, que ya se imagina que no te tragarás sus 700 paginazas de una sentada. Pero si te tragas sus 700 paginazas de una sentada, y se lo dices, se va a quedar muy muy contento. Para resumir cómo hay que leer un guión, sería de principio a fin, sin parar, y dejándote llevar por la historia, sin analizarla al menos en una primera lectura. Idealmente leerías los encabezamientos de las secuencias y también el nombre de los personajes antes de cada diálogo. En la práctica, verás que intentas deducir dónde tiene lugar la acción (y sólo si encuentras algo raro volverás a leer el encabezamiento), y que la lógica te lleva a deducir “quién esta hablando” –motivo por el cual finaldraft y otros programas ponen ese CONT’ cuando la intervención de un personaje salta de una pagina a otra, o cuando hay una acción en medio, porque tiendes a pensar que si es otro bloque de dialogo es porque quien habla es el interlocutor, el que antes escuchaba. Pista para quienes no quieren ser analistas sino mejorar sus propios guiones: da igual lo que ponga el encabezamiento de la secuencia, procura incluir algún tipo de referencia del lugar dentro de la descripción de acciones. Así, si el encabezamiento dice “COCINA CASA MARTA”, y es importante que Marta discuta en la cocina con su novio, y no en el dormitorio, conviene decir “Marta abre la nevera y mira a su novio con rencor” y no “Marta mira a su novio con rencor”, porque posiblemente nadie se lea el encabezamiento aparte del equipo de producción. Con los personajes que hablan, procura añadir el “continúa” si el software no lo hace automáticamente. Y, si te da pereza (aunque no debería) por lo menos busca nombres para tus personajes que gráficamente sean muy distintos: ELI y TEODORO, por ejemplo; y no “ELI y ERIC”. Continuará |
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Ahora y cada vez más, los guiones no son sólo una herramienta que servirá para rodar la película. Son, sobre todo, una forma de convencer a la gente de ayudar a que se produzca la película. Es decir, una herramienta de venta. El destinatario del guión será el equipo técnico y artístico que tiene que enterarse de cómo debería llevarse esa historia a la pantalla. Pero, antes, el destinatario es la productora minoritaria que tiene que convencerse de que hay que llevarla a la pantalla, y el señor de traje que trabaja en una tele y debería elegirla por encima de cien otras; y el empresario de bebidas que perseguimos para el product placement; y el amigo rico que podría invertir para desgravar. ¿Qué tal creéis que todos ellos leen guiones? No digamos ya cuando no es un guión sino un tratamiento o una escaleta. Borja Cobeaga y Diego San José hablaban sobre el desarrollo de Ocho apellidos vascos en bloguionistas, y decían que "el tratamiento es el enemigo de la comedia. Es imposible que un tratamiento sea tan divertido como el guion final". Esto, que es muy evidente, es también una putada. Porque el proceso de desarrollo de una película requiere una gran dosis de fe, y la gente no está tan dispuesta a otorgar su confianza y a creer sin ver. "Confía en mí, el guión será gracioso porque tengo gracia escribiendo diálogos" no suele funcionar. " Confía en mí, el guión será gracioso porque tengo gracia escribiendo diálogos y lo he demostrado en mis trabajos anteriores" podría funcionar algo mejor, pero ni siquiera. "Confía en que esta secuencia será emocionante porque yo, que la voy a dirigir, la tengo en mi cabeza y es emocionante" no vale: quien dirige, si también escribe, tiene que poner en el papel lo que tiene en la cabeza, y no sólo de manera que lo entienda el actor principal (como si no fuera a hablar con él en el rodaje, engahombre), sino también el señor de traje. Y esto nos puede gustar o no, pero es así, y lleva a una conclusión impepinable: las sinopsis, los tratamientos, los guiones, se escriben para un lector, y deben escribirse pensando en ese lector y no en el público que vea, DM, la película; ni en ese miembro del equipo ya reclutado que podrá preguntar todas las dudas que tenga. Escribe para ese lector que no lee el material con fe, ni lo lee por gusto, ni siquiera con el tiempo suficiente y todos sus sentidos en el papel. Pónselo fácil. Eso que escribimos tiene que ser la mejor lectura posible. Evita los ripios, aunque no se vayan a ver en pantalla; y evita decir consuetudinario si puedes decir frecuente; evita los párrafos de un folio entero y evita emplear doscientas palabras en una sinopsis para dar a entender visualmente que el protagonista recuerda a su abuelo si puedes decir que el protagonista recuerda a su abuelo. Evita las faltas de ortografía. Nada de lo anterior afecta a la película, ya. Puedes desentenderte de todos estos consejos si vas a rodar un corto con tu cámara y tu dinero y con un grupo de actores que te siguen con fe ciega, y ya les contarás. Pero si alguien va a leer tu sinopsis, tu tratamiento o tu guión, y a juzgarlo, ese lector es más importante en ese momento que la audiencia masiva que llene los cines cuando estrenes. |
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"Don't do this northern brooding thing. I hate Bergman's films." - Joel Fleischman, Northern Exposure Y mi traducción patatera: No pongas esa cara de sufrimiento reconcentrado. Odio las películas de Bergman. Y una duda: ¿qué palabra equivalente tenemos en castellano para "brooding"? ¿Sombrío? Sería muy útil para hablar de nuestros guiones, tenemos un montón de brooding. |
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Me divertí tanto en el Festival de Friburgo que aunque ya hayan pasado unas semanas tengo la necesidad de seguir hablando de ello. |
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Leyendo el otro día este post y sus comentarios http://bloguionistas.wordpress.com/2014/03/18/si-se-puede-ensenar/ decidí escribir aquí sobre esto de enseñar a escribir guiones, y sobre un comentario de "Digo yo que antes de dar lecciones a los demás, uno debería conocer y dominar su oficio, ¿no?", porque es un tema que sale mucho en las conversaciones, y sobre el que hay posturas encontradas y sobre el que me preguntan todo el rato. Igual no son 5 verdades absolutas pero pensé que ese título llamaba la atención. |
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En alguna ocasión arrancaba unos cuantos aplausos del público. De vez en cuando se producía un silencio mortal, un suspiro. Los públicos de vodevil en esos teatros eran capaces de soltar los suspiros más vehementes que he oído nunca. Ni siquiera los prisioneros de la Bastilla habrían estado a su altura. Robertson Davies, "Trilogía de Deptford". |
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"Cuando el niño aprende a dibujar algo más que garabatos, entre los tres y los cuatro años, un cuerpo bien formado de conocimientos conceptuales formulados en palabras ya domina su memoria y controla su trabajo gráfico (...) Los dibujos son relatos gráficos de procesos esencialmente verbales. A medida que una educación de tipo verbal va tomando el control, el niño abandona sus intentos de expresión gráfica para pasar a depender por completo de las palabras. Primero el lenguaje estropea el dibujo y después se lo engulle del todo". |
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Como hace un tiempo colgué uno más mainstream, aquí va otro más festivalero: |
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Uno de mis buenos propósitos de septiembre era escribir aquí con más frecuencia, cosa que por supuesto no he hecho porque, en fin, pues porque la vida me lleva. Pero ahora, con el nuevo año y tal, me he propuesto algo aún más ambicioso y que necesita de más perseverancia: apuntar en un documento de word (mi paso por el mundo oficinil no me reconcilió con los excel) los proyectos en los que trabajo, el tiempo que invierto en cada uno, y lo que cobro o cobraré. Para hacerme una idea, más o menos, porque si hoy me preguntan no sabría calcular. De momento lo he cumplido a rajatabla porque, claro, llevamos dos semanas de 2014. Así que he puesto "Enero", y debajo una lista de títulos, y un número: las horas dedicadas. A veces es muy fácil, porque son dos horas de reunión y alguna más para prepararla, y alegremente redondeo. Pero luego empiezan las dudas. Porque, claro, para ese proyecto tan interesante no tuve más remedio que documentarme viendo la tercera temporada de una serie que me encanta. ¿Lo cuento como 12 horas laborales? Y el skype con aquella productora amiga mía, que duró siglo y medio, ¿cuenta como siglo y medio de trabajo aunque básicamente nos contáramos nuestras impresiones sobre esas pelis que podían servir de referente? Por no hablar del rato que me pasé viendo vídeos de youtube que me ayudaban a meterme en el mundo de una historia que tenía que comentar; o la búsqueda de aquel artículo que leí una vez y que venía muy a cuento. Y los links, sugerencias y pijaditas que nos enviamos los que estamos metidos en el desarrollo de una serie y que son una especie de e-brainstorming. Y el rato que estuve haciendo fotos en vacaciones porque el sitio podía ser una localización para esa misma serie. He decidido que no voy a contabilizar esos minutos, y eso que son imputables a un proyecto concreto. Porque todas las charlas sobre Creative Europe que he tenido este fin de semana en casa de unos amigos son más difíciles de contar como trabajo, o los posts de bloguionistas o demasiadovioleta, con los que aprendo mucho pero que lleva su tiempo leer, o ese horror de película que me tragué en el cine para "tomar el pulso a la audiencia". Imagino que le pasa a cualquier freelance que trabaje en algo creativo, que si piensa en su vida resulta que es casi todo trabajo. Y en la ducha trabaja y en el metro mira a la gente y trabaja y si lee la prensa o va a una exposición saca una idea que puede ir bien para algo del trabajo. Y he pensado en abrir un nuevo documento de word para apuntar diariamente el tiempo que duermo, me voy de compras, ordeno calcetines o me tomo cañas con gente con la que no hablo de historias, y restarlo de 24, que supuestamente son las horas del día aunque ahora dicen que tiene 16, y ver qué pasa. Parece un poco inútil, pero si muchos más autónomos solteros se animasen, seguro que salían datos de record Guinness. Esto, como las dietas, tiene pinta de que va a ser más fácil si no lo haces solo, así que si alguien se apunta, que me cuente. Hala, pues me pongo a leerme un guión. Casi una hora escribiendo estas líneas. Que son, por supuesto que son, una hora de trabajo. |
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Si no tuviera que trabaja para vivir, podría pasarme los días oyendo hablar a la gente sobre historias. Más que que me cuenten historias, que me cuenten cómo las inventan, cómo las discuten, cómo las hacen crecer, cómo las estropean. Disfruto con Balas sobre Broadway, con Adaptation o State and Main, con todas esas obras artísticas sobre obras artísticas. Ahora estoy trabajando en una cosa así. Y esa frase me ha recordado a los guiones que recibo con la explicación “esto es un poco como Fellini” o a las notas desechadas por un guionista novel porque “pues lo mismo hace Tarantino y funciona”. Aclaro: no quiero decir que esté trabajando en el próximo Balas sobre Broadway, sino en una película de televisión sobre una función de teatro. Una aclaración más: me encanta mi trabajo. Y una tercera: no cómo queda mi trabajo, no el nivelón de mi trabajo, sino el proceso. La parte del proceso que más me gusta es hablar con el guionista. “El formato no es profesional”, “No veo que funcione este punto de giro”, “el clímax llega demasiado pronto”. Nooo, es broma. Este post va mucho de aclaraciones, ya lo veo. No, me gusta hablar con el guionista de la vida, de “¿queremos a quien nos parece estupendo o a quien nos hace sentir estupendos?”, “¿basta con morir bien acompañado para morir feliz?” Nota al margen: Por eso no me gusta trabajar en oficinas sino en mesas de bar o en el salón de casa. Los bares y el sofá de ikea de mi casa se prestan más a hablar de estupendeces y muertes. Y además no queda raro estar hablando de la vida en un bar; y en cambio en las reuniones de oficina siempre imagino a quien entra con los cafés o avisa de una llamada y piensa “vaya morro que tienen, aquí ocupando este despacho y en vez de arreglar el puto guión están con sus chorradas. Así va el país”. Se acaba la nota al margen. Estos días, con este proyecto, las conversaciones van sobre informar o emocionar; sobre cuánto es lícito cambiar hechos reales para que funcionen mejor como historia; sobre si la mera elección de ficcionalizar un momento concreto del pasado tiene ya una connotación política, sobre si es más importante el qué o el cómo, sobre si es mejor la ficción o la vida. Y, con dos ovarios (más bien cuatro), esas conversaciones se van volcando en el guión. Las charlas de guión sobre este guión no son sobre la vida sino sobre la vida y la ficción, si es que no es lo mismo, si es que la ficción no es la vida ordenada. Estoy, además, trabajando frente a una chimenea encendida y para despejarme salgo a respirar a una pradera con pinos. Si no tuviera que trabajar para vivir, creo que podría pasarme los días trabajando en este guión. |
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