De profundis

Siempre que alguien se burla de los Segers y McKees y de sus manuales súper ventas cuando no han escrito ni un guión bueno, pongo cara de póker y escurro el bulto, porque no me gusta polemizar. La cantidad de veces que me habrán preguntado que por qué no escribo, ya que tengo el desparpajo de asesorar a los que sí…

Suelo contestar que lo que más me gusta es mi trabajo de story editor, y que posiblemente mi credibilidad se resentiría si fuera una mala guionista; o una buena guionista de películas románticas cuando estuviera trabajando en un proyecto de terror, o viceversa. Por ejemplo: “Esto no se entiende”. “Tú qué vas a entender, pedazo de cursi, si ya vi tu truño de peli y lo explicas todo catorce veces”.

Pero, en realidad, podría dar otras explicaciones. Que aún no he encontrado la historia que me muera por contar (respuesta idealista), o que sí que he co-escrito algún encargo porque co escribir encargos no es lo mismo, (respuesta conservadora), o que sufriría demasiado si fuera la responsable de algo con lo que me identifico hasta las cachas, y lo pusieran a caldo sin piedad -respuesta sincera pero que denota cobardía. Y debería ser menos cobarde, porque con “Cuéntalo bien”, la cosa más mía hasta la fecha, he sido muy feliz: sus detractores fueron educados en sus críticas, y sus partidarios fueron encantadores.

Así que ya está. La suerte está echada. En diez días sale una novela, que es la historia que me moría por contar; y que he escrito a cuatro manos con la sin par Montse Ganges, con quien firmo como Margarita Melgar. Somos 100% responsables del resultado, con el que no puedo sentirme más identificada. Y aunque tiene muchas papeletas para que la pongan a caldo porque reparte leña en todas direcciones, España, el libro y yo somos así, señora.

A partir del 1 de febrero, de la editorial Harper Collins, EL VERANO DE NUNCA ACABAR.